El Doctor José Gregorio Hernández y las Epidemias en Venezuela

08.09.2014 12:30

José Gregorio combate "La Gripe Española"

 

Recientemente en el año  2015, se descubre el primer medicamento llamado TKM-EVOLA que ofrece un cien por ciento de efectividad contra el Évola, a falta de conocer todos los detalles del estudio que hoy publica Nature y que describe un ensayo preclínico en monos con un fármaco que ataja eficazmente la enfermedad en la fase temprana de la infección. 

Cuando nos atacaba esta  enfermedad infecciosa viral aguda cuyos síntomas eran un fiebre hemorrágica en humanos y primates (monos, gorilas y chimpancé),  descubierta  por primera vez en el año 1976 por el Dr. David Finkes, en aquél momento se presentaron varios casos de fiebre hemorrágica en Zaire y Sudán. El nombre del virus se debe al río Évola, geográficamente ubicado en Zaire.

El virus del Ébola es uno de los dos miembros de una familia de virus de ARN (ácido ribonucleico) llamado Filoviridae. Existen cinco serotipos del virus del Ébola: Ébola-Zaire, Ébola-Sudán, Ébola-Costa de Marfil y Ébola-Bundibugyo. El quinto serotipo, el Ébola-Reston, ha causado enfermedad en los primates, pero no en humanos. Es una infección que se caracteriza por una alta tasa de mortalidad, que oscila entre el 50% y el 95% de los afectados. Debido a su naturaleza letal, fue considrado el  virus en su momento como un arma biológica.

                                                                       

El primer mensaje navideño que hizo  el Papa emérito  Benedicto XVI el "Urbi et Orbi" cuando ejercía el comienzo de su pontificado,  expuso claramente   la exhortación que le hizo a la humanidad para que se comprometiera en un nuevo orden mundial, fundado en justas éticas y económicas. Nos decía el Papa en aquella oportunidad:

”Solo con una humanidad unida, podrá afrontar tantas amenazas actuales, como el terrorismo, la pobreza, la proliferación de armas, las epidemias y la degradación del medio ambiente”.  

José Gregorio Hernández junto con varios de sus colegas como Razetti, Risquez  y el sabio Rangel lucharon contra muchas enfermedades que azotaron a la Venezuela de la época. Dos de estas  enfermedades, que cobraron muchas vidas en nuestro país, fueron la llamada “Gripe Española” y “La Peste Bubónica” 

En Venezuela existe un trabajo realizado por Juan José Rodríguez y documentado por el libro Historia Fundamental de Venezuela, de José Luis Salcedo Bastardo, doctorado en la Universidad Central de Venezuela en Ciencias Políticas y Sociales en 1955; que a mi juicio describe muy bien las vicisitudes que tuvo que padecer nuestro país cuando las epidemias tocaron esta tierra,  y lo que tuvo que enfrentar profesionalmente  el Doctor Hernández para combatirlas, tal fue el caso de la epidemia  llamada “Gripe Española”.

”Muchos factores en Venezuela, tanto interna como externamente favorecieron las apariciones de las distintas epidemias que azotaron y asolaron al país en su historia. Aparte de las epidemias de las guerras en sus distintas etapas, estas otras, causadas por enfermedades, hundieron a la nación en un abismo del cual poco a poco ha ido saliendo a flote.

En 1580, arribó a Caraballeda, en el litoral, en lo que se llamó el departamento Vargas, un navío de origen portugués, procedente de Guinea, y con este navío entró por esa parte central del país, la terrible viruela, para convertirse en una verdadera pandemia entre los pobladores de aquellos años y llevarse un buen número de ciudadanos, que no contaban con los recursos necesarios para combatir dicho mal.

Otra epidemia que causó muchos daños al país, fue el cólera morbo, cuyo origen se cree fue en el río Ganges, en la India. Penetró al país, por la parte oriental, el 9 de septiembre de 1854. Viajó esta epidemia en el vapor Integridad, el cual llegó a la población de Barrancas, procedente de la isla de Trinidad. Ya tenía declarados a bordo quince casos. Para el mes de octubre de ese mismo año la enfermedad se había trasladado a Güiria, y se lanzó hacia la isla de Margarita, llevándose en un tiempo muy corto 1.500 defunciones. En el mes de noviembre, Cumaná es víctima del mal.

Al año siguiente, ya estaba instaurada en el centro de la república, en Carabobo y en el llamado entonces Distrito Federal, incluida la ciudad de Caracas, sufriendo los rigores de la enfermedad.

Más de dos mil muertos dejó la epidemia en Caracas y 1.500 en la ciudad de Valencia. La vida pública y política del año 1855, se vio paralizada a causa del mal. Siguió extendiéndose hacia el litoral central, para radicarse en los valles de Aragua y diezmar en la población de Turmero con la cantidad de 1.281 fallecidos. La parte sur y la occidental no escaparon a las garras de la epidemia. Venezuela era un país enlutado a causa de todas estas enfermedades que contribuyeron a bajar la población.

En la capital del estado Falcón, Coro, apareció en 1856, la fiebre amarilla, atacando a todas las poblaciones de dicho estado. Para 1860 en la ciudad de Barquisimeto se había llevado 223 personas.

La ciudad de Caracas, tampoco pudo estar libre de esta pandemia en el año de 1868, ofreciendo una cifra de fallecidos bastante alta.

En cuanto a la parte infantil, esta pequeña población también ha sufrido crudamente de enfermedades. Un país, asolado por las distintas guerras, con ausencia de higiene, una  desnutrición galopante, la falta de agua potable, la miseria y malos hábitos que tenía la población, colaboraron a que los pequeños cayeran víctimas de todos los males que se originan cuando no hay políticas dedicadas a salvaguardar la salud de sus habitantes. La tos ferina, terrible flagelo, aparece en Caracas en el año de 1852,  ocasionando un total de 1300 criaturas fallecidas.

En el vecino puerto de La Guaira, a finales del año 1908, se desató, la peste bubónica. Sus portadoras, eran las ratas, quienes la esparcieron por toda la región porteña, extendiéndose a la ciudad capital, sembrando el pánico y el terror. Un médico alertó sobre el mal que estaba cundiendo en Caracas, y por dar ese alerta, fue hecho preso en la Rotunda, acusado de crear pánico en contra del régimen corrupto de Cipriano Castro. Así son algunos gobiernos que no oyen, los alertas de los profesionales sobre los males que se avecinan a la nación.

Otra epidemia que ocurrió en el país, fue la llamada "Gripe española", por el año de 1918. Recibió en distintos lugares de la república diferentes nombres, pero era la misma gripe. Caracas, siempre víctima de las enfermedades, elevó la cifra de fallecidos por este mal a un total general en la nación de veintidós mil a veinticinco mil defunciones. Terrible flagelo que invadió de espanto los hogares caraqueños y del interior.

La enfermedad más extendida e importante en Venezuela es la malaria o paludismo. Probablemente estaba en América, o quizá llegó con los conquistadores. Es el caso que llegó a ocupar un importante puesto entre los males endémicos. En 1803 y 1804 causó estragos en los valles aragueños y en el llano para después extenderse por todo el territorio nacional.

Víctima del paludismo, fue María Teresa Rodríguez del Toro, esposa de Simón Bolívar, en la hacienda San Mateo en el año 1803. También fue llevado a la tumba por el paludismo el ex presidente José Tadeo Monagas en 1868.

El paludismo en 1843 entró a Barcelona y lo hizo también en la parte sur del lago de Maracaibo. En 1882 se asentó en los llanos del Guárico, en la población de Ortiz, ocasionándole 700 fallecidos. También lo sufrió Maturín en el estado Monagas y el estado Cojedes en el centro del país.

La gastroenteritis fue otro de los muchos males endémicos sufridos por la nación venezolana, por falta de higiene. 

En el siglo XIX, la atención en lugares dedicados a la salud eran rudimentarios. Existió la iniciativa privada, para prestar ayuda a los que estaban necesitados para recuperar la salud. Sin embargo la parte oficial creó dos instituciones hospitalarias. El primero inaugurado en 1875 por Guzmán Blanco, para los que sufrían de elefantiasis. La otra institución fue  decretado por el entonces presidente de la república, Rojas Paúl, en 1888. Era preocupación de este primer magistrado contar con un buen hospital para atender a los enfermos, el cual debía contar con mil camas. 

Además, era la concepción de este presidente que fuera una institución para la enseñanza médica. Sin embargo no fue así al principio. Resultó un albergue para enfermos de todas clases, cirugía, maternidad, por casi medio siglo. Hasta después de la muerte de Gómez, no recibió ninguna mejora. No obstante allí se llevó a cabo una gran labor humanitaria. Es el reconocido Hospital Vargas de la ciudad de Caracas”.

Hemos descrito en artículos anteriores lo disciplinado que era José Gregorio en su andar cotidiano, nos cuenta el Doctor Miguel  Yaber en su libro “José Gregorio Hernández-Académico-Científico, Apóstol de la Justicia Social- Misionero de la Esperanza” lo siguiente:

“Sería imposible relatar en detalle, todos los aspectos relacionados con su ejercicio profesional; sin embargo trataré de recorrer algunas circunstancias de su vida, para que, a modo de pinceladas, podamos delinear la figura y los hechos que nos pueden permitir, formarnos una imagen de este médico, ejemplo y modelo para todos los médicos del mundo.

El doctor Hernández, ejerció la profesión de médico con suma diligencia, dividiendo en partes su intensa actividad, para poder dedicarse también a la vida espiritual y religiosa como al Profesorado. Por eso le fue, necesario tener una férrea disciplina y apartarse de otros muchos quehaceres que le hubieran restado tiempo a su trípode vital: prácticas piadosas, sacerdocio médico, y docencia. No se separó de esta línea de conducta, sino en sus no logrados intentos de alcanzar el monacato y el sacerdocio.

Almorzaba a las 12 m., luego tenía una consulta para los pobres de 1 pm a 2 y 45 pm, luego salía a dar sus lecciones universitarias.

Hernández como entonces acostumbraba a la mayoría de los médicos, tuvo siempre un consultorio en la sala o en la antesala de su casa de habitación. Ernesto  Hernández Briceño sobrino de José Gregorio nos comenta: “De las ocho a las once y cuarenta y cinco minutos de la mañana, José Gregorio practicaba la visita domiciliaria a los enfermos pobres o ricos diseminados en la ciudad, primero la de los que estuvieran graves, a los que visitaba de día y de noche, y tantas veces como fuera necesario conforme lo requería el estado del paciente”. Este hecho lo atestigua su discípulo y preparador el Dr. Martín Vegas, por él asistido durante un grave ataque de fiebre tifoidea; “En el ejerció de su humanitaria profesión recorría la ciudad de extremo a otro, en sus cuatro puntos cardinales, siempre a pie, con un paso menudo y rápido, la vista dirigida  al suelo, musitando dulces plegarias”.

Nunca usaba maletín médico en sus visitas a los enfermos, solo usaba el termómetro para tomar la temperatura al enfermo y el reloj, para medir el tiempo... Permanecía de pié en sus visitas médicas; escribía las formulas siempre de pié en papel sin membrete, de ellas se conservan muchas, que las personas guardan con mucho cariño.

Sólo durante la epidemia de gripe  de 1918, para poder atender a mayor número de pacientes, convino en utilizar un automóvil, cedido espontáneamente por el Sr. Domingo Ottati, y lo devolvió a los veinte días.

Durante esta pandemia de gripe, llamada Gripe Española, aunque no fue en España  donde comenzó; el Dr. Hernández se esforzaba por atender el mayor número de casos posibles, esta pandemia azotó una parte del mundo, produciendo la muerte a más de veinte millones de personas entre octubre de 1918 y enero de 1919. El estudio epidemiológico de esta enfermedad se encuentra en un artículo del Dr. Francisco Antonio Risquez (1919) el mismo año en que muere José Gregorio.

En Caracas esta terrible pandemia casi paralizó la ciudad, donde era frecuente que, al entrar a una casa, no quedase en ella ninguna persona de pie y no era raro ver a cada habitación seres que yacían sin fuerzas para levantarse y hasta cadáveres a los que no se había podido sepultar.”

Relata Graciela Schael Martínez, que el comienzo de la pandemia coincidió con la visita del buque escuela argentino “Pueyrredón” y que para el 24 de octubre de 1918 ya la epidemia empezaba a producir alarma en la ciudad, convertida de allí en adelante en un gran hospital. Fue necesario tomar medidas extraordinarias para asistir, medicinar y alimentar a la población enferma, así como para enterrar el gran numero de muertos, que alcanzó al decir del Doctor Francisco A. Risquez a un mil cuatrocientos noventa y una personas. Fue necesario cerrar: Iglesias, teatros, colegios, y demás sitios de reunión; incluso surgieron encendidas polémicas acerca de la terapéutica de la gripe.

Resolvió entonces, la Academia Nacional de Medicina publicar una declaración oficial, fijando sus  recomendaciones para tratar esta afección, la cual  fue publicada en los diarios capitalinos el 6 de noviembre de 1918, uno de los firmantes de esta declaración, como miembro que era de la Academia, fue el Doctor José Gregorio Hernández. Una de  las cosas que caracterizaba su vida era su amor a la lectura y muy especialmente a las lecturas  de carácter científico; sobre todo en área de la medicina, en cada oportunidad que tenía, no escatimaba esfuerzos para pedirle a sus conocidos, familiares o colegas,  que le compraran libros o revistas médicas,  cuando estos salían viaje a Europa o Norte América. Con esto trataba siempre de estar al día con los últimos adelantos científicos en esta área.

Me gustaría finalizar con un fragmento del discurso del Doctor Pastor Oropeza  cuando se conmemoraban    los setenta años de construido del Hospital Vargas; sitio donde José Gregorio dedicó muchos años de su vida a la cura de diversas enfermedades, cito: Nuestro <> va adquirir jerarquía. Es cosa bien sabida que la clínica no se aprende sino manoseando enfermos y ejecutando la técnica cabal. Todo el proceso se reduce a clasificar, catalogar, poner orden para poder curar si fuese posible, y cuando no… aliviar o consolar. Y a esto llegamos con una buena asociación del enfermo, el libro y la revista. No podemos oponerlos. Ya Osles nos lo enseñó magistralmente:Estudiar las enfermedades sin libros, equivale a navegar por un mar sin cartas marinas, mientras que estudiar libros sin enfermos, equivale a no embarcarse”

Podemos concluir en este sentido que José Gregorio fue un excelente navegante.

Alfredo Gómez Bolívar